Apuntes… de un crucero fluvial por el Rin y el Mosela (parte 1 de 2)

Volamos el viernes de madrugada de Madrid a Frankfurt del Meno. Nos espera el guía para llevarnos en autocar a Maguncia (Mainz) donde está atracado en el Rin, nuestro crucero fluvial. Barco muy largo, no muy ancho y con solo tres pisos más la terraza, óptimo para navegar por los ríos. Tras asignarnos camarote nos vamos paseando a realizar la vista por esta preciosa ciudad.

Es sábado y hay mercado en la plaza, Marktplatz (Plaza del Mercado), a los pies de la catedral repleta de puestos de fruta y verdura, de huevos de gallina de distintos colores, de quesos, de artesanía y, sobre todo, de vinos de la zona y de comida, incluyendo salchichas, claro. Toda la zona del crucero es de vinos. Estamos en Alemania y llama la atención la afición por el vino. Aprovechan las empinadas laderas de los meandros de la ribera de ambos ríos que están orientadas al sur para cultivar las viñas en espaldera. Las variedades de uva son Riesling, Müller-Thurgau y Elbling.

Maguncia es la capital del estado de Renania Palatinado y está dominada por la Catedral imperial (con doble coro y altar -para el obispo y para el Emperador-), románica de arenisca rosa. Es la ciudad de nacimiento de Gutenberg, el inventor de la imprenta de caracteres móviles, y se le rinde tributo en el magnífico museo con su nombre sobre la imprenta, los libros y la escritura desde la alta antigüedad hasta nuestros días.

Destaca también la iglesia de San Esteban con las vidrieras realizadas por Marc Chagall tras su destrucción en los bombardeos de la II Guerra Mundial. Nos resulta curioso ver grupos de turistas locales que llevan una copa en un soporte de tela colgado del cuello y van realizando visita de la ciudad mientras les van sirviendo vino de la tierra.

La catedral resulta espectacular tanto por fuera como en su interior. Todos los edificios religiosos que visitamos son de libre acceso. El claustro nos da idea de la magnífica construcción.

Landesmuseum o museo del Land de Maguncia en un edificio de piedra rosa con una preciosa estatua de un caballo dorado en su pórtico, nos cuenta la historia de esta región desde los romanos a nuestros días.

Cenamos en nuestro barco y durante la apacible noche realizamos el viaje hasta Cochem.

Catedral de Maguncia

Cochem: Hemos salido de noche del Rin y nos hemos adentrado en los meandros del Mosela. Salvando distintos niveles del río gracias a la serie de esclusas que hacen que sea navegable.

Cochem es un pueblo medieval a los pies de una colina que corona el castillo feudal. Es una de las ciudades “más bonitas de Alemania”.

Su tradición vinícola le lleva hasta el extremo de la leyenda de la cabra que se comió las uvas del vecino y el juez decidió meter a la cabra en la prensa de las uvas para que devolviera el vino robado. Salió líquido rojo y como las uvas eran blancas se demostró que no las había robado. Ahí tenemos la estatua-fuente con la pobre cabra prensada o Winzerbrunnen.

Al cruzar un puente sobre el río nos llama la atención el mural de cerámica que cuenta la historia de la ciudad desde sus orígenes romanos. Cerca está una de las puertas de la ciudad amurallada, un edificio de piedra oscura que daba paso al centro, donde llegamos callejeando entre edificios de auténtico cuento y accedemos a la plaza del mercado Marktplatz, maravilloso lugar con el ayuntamiento y la casa de madera con un carillón de 28 campanas.

Todo el pueblo está lleno de antiguas casas de entramado, que en su tiempo se podían desmontar y trasladar a otros lugares. Hay otra puerta casi secreta disimulada en una casa de tonos amarillos y que parece un pequeño túnel, y que va del casco antiguo a la ribera del Mosela, justo a la entrada descubrimos una máquina para comprar botellas de vino. Nos dicen que como cierran a las seis las tiendas si tienes alguna visita y se te hace tarde puedes ir a comprar tu vino a la máquina, eso sí, no se te olvide el documento de identidad pues sin él no hay compra (es para no vender a menores de edad).

Las tiendas son una maravilla con artesanía local, vinos, quesos. Decidimos que había que tener otra vista del pueblo y del río: Toca subir al castillo, es una subida intensa; pero muy agradable viendo siempre la silueta del edificio rodeado de viñas. Desde arriba el meandro del Mosela es magnífico. El castillo de piedra ennegrecida por el tiempo y la humedad es inquietante y resulta un paseo estupendo. Al empezar la bajada vemos llegar a un microbús ¡había transporte público! ¿Y el ejercicio realizado, eh?

Volvemos a pasear por el pueblo, ahora con menos gente y miramos las tiendas y recordamos que es muy famosa la mostaza local; pero ya son las seis. Todo cerrado

Traben-Trarbach. Siguiente etapa

Tras navegación nocturna, amanecemos en este pueblo, que hasta 1904 eran dos (por eso los nombres) y que se unificaron con la construcción del magnífico puente metálico modernista, decorado con una fabulosa puerta en uno de sus extremos. Tiene un curioso museo de esculturas de Buda.

Encontramos la iglesia dedicada a San Nicolás y calles coronadas con parras, además de una plaza con una torre cilíndrica con un carillón de muchas campanas que tuvimos la suerte de escuchar. En la otra orilla descubrimos un precioso pueblo con dos iglesias: una de pizarra negra y otra blanquísima con el pico del campanario de pizarra, y detrás de ella un curioso cementerio protestante. Desde allí se divisan las ruinas de lo que fue una enorme fortificación Grevenburg a las que se asciende por un sendero con “100 escalones”, eso dicen; pero te aseguro que hay más, e incluso puedes ver señales clásicas con la vieira del camino de Santiago. Merece mucho la pena pues las vistas del Mosela y las casitas en ambos márgenes es sensacional.

De bajada vimos el taller de un escultor que tiene alguna obra en Traben y un agradable paseo por la orilla de nuestro río viendo además curiosos edificios, como el famoso Hotel Bellevue, y acompañados por una familia de patos y por el elegante nadar de los cisnes, y acabar degustando una cerveza en una terraza en esta zona de vinos……

Próxima etapa… Treveris… En la segunda parte.

Autor: Juan Carlos Muñoz García.

Médico de Familia.
Miembro del comité científico de RH

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